Domingo 18 hs.
Suelen venir por la tarde.
Llegan durante la agónica
palidez turbia del anochecer
del domingo.
Los sé deambular
entre el patio y la calle,
y ya no tengo respuestas
para darme.
Salir a su encuentro
o desfallecer
frente al televisor
en la sala en penumbras.
El barrio jadea
la canícula de enero.
Suelen esperarme
hasta entrada la noche.
¿Por que temer
a sus juegos y risas?
No faltaré a la cita.
No debo hacer aguardar
a los sueños
por otro atardecer de domingo
blando y seco.
Jorge.
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