sábado, 26 de mayo de 2012

Fogata

Brasas que arden y crepitan
al ser removidas,
lanzando una lluvia de chispas,
con renovado vigor
de su furia eterna.
Atizadas con un palo
por la mano esperanzada
de quien busca calor,
luz y sustento tibio,
que alivie el maltrato.
Un diario viejo
alimenta a la bestia
con un nuevo aliento.
Otra rama en la fogata
para que aguante la helada
de la madrugada invernal
bajo el puente carretero,
sobre el socavón
del arroyo seco.
El fuego,ánima salvaje,
sojuzgada de a ratos
por el hombre callado,
cumple su promesa,
rodeado de piedras,
y otorga alivio 
a la miseria de la intemperie fría,
impuesta por el abandono
y el olvido sin queja.
Arde y se eleva;
y tizna la lata
en la que hierve una ración
de un ignoto amasijo,
que prepara ese cuerpo flaco
para un día más
de deambular desprolijo
y locos sueños perdidos.


                             Jorge

Pausa húmeda

La llovizna suave y densa
cambia de dirección
una y otra vez
hamacada por la brisa
confusa de la ciudad.
Las pequeñas gotas frías
todo lo cubren,
con una pátina brillante y gélida.
Garúa;
y todo el entorno urbano
respira lenta y profundamente
el aire húmedo y limpio,
filtrado a través 
de la perezosa cortina perlada.
El ritmo caótico y acelerado
se niega a ceder algún tiempo
ante el espectáculo sensorial
que el cielo ha montado.
La tierra, oculta y apelmazada
bajo el asfalto y el hormigón
se manifiesta entregando vida
en parques y plazas.
Regando los estoicos árboles
que-tenaces-
alzan hojas y ramas,
ante la bendición recibida.
La tenue lluvia,
casi una neblina,
se arremolina y danza
anárquica y cautivadora.
Los zapatos se mojan.
Las baldosas juegan ,
una vez más,
su mala broma.
Los paraguas se apretujan
en las avenidas cargadas;
mientras en Palermo
el bosque y el lago callan
y reciben su ración de agua,
que calma y alimenta,
purifica y exalta
la vida y el alma.


                     Jorge

jueves, 17 de mayo de 2012

Diez y cinco

Tiraban de la soga
con fuerza, con fuerza.
Las manos con resina,
los cuerpos tensos
apretando la cuerda
que los hería.
Eran diez,los contendientes,
pero eran cinco, que jalaban
para el lado de la barranca,
para el abismo,
y la costa pedregosa.
Cinco tironeaban
en dirección al camino,
al bosquecillo
y al pasto marítimo,
duro y verde gris.
Eran diez, que eran cinco,
porque cinco buscaban
ganar la justa,
venciendo y salvando
a sus adversarios.
Para los otros cinco
la victoria era desbarrancar,
aunque , en su proeza,
cayeran con el enemigo,
perdiendo el frágil equilibro.
Tiraban, con piernas clavadas
en la tierra reseca,
levantando polvo y conchillas,
blanqueadas por eras
de viento y sal,
con diversa suerte,
aferrados al mismo esparto.
Cinco lo hacían por la vida,
y cinco por la helada muerte.


                             Jorge


(las Barrancas de los Lobos
guardan secretos)

jueves, 10 de mayo de 2012

Los leones

Presiento que siempre he sido.
A lo largo del tiempo;
ajeno a familia, parentesco,
sangre,y lugar.
Ajeno al paso de años, siglos, milenios,
pequeñas eternidades domésticas.
Intuyo que cada "yo",
fui yo mismo
en otro presente,ya antiguo.
En cada momento, cada patria, cada región,
repitiendo mi existencia.
Habrá cambiado mi aspecto,
mi nombre, mi color,
pero algo me dice,
que soy uno, y fui todos.
Así, aún ignorante de mi destino,
Soy un pedacito de eternidad;
como lo sos vos,
como lo son los leones del maestro:
Siempre un mismo león
habitando distintos peldaños
del tiempo y la memoria.
Siempre repitiendo la vida.
Amalgamando historia, ecos y voces,
Eternos aprendices de dioses.


                   Jorge