jueves, 19 de julio de 2012

La flecha

Astil vibrante;
atraviesa el aire.
Un rayo helado
sumbando la tarde,
volando raudo,
implacable,
seguro,
indiscutible.
Cabeza de hierro
pulido su filo
hasta soñar dolor.
Plumas prietas
ajenas a la vida,
no recuerdan 
un ápice
de los indicios de ave.
Sigue su vuelo
buscando encontrarse,
en abrazo letal
con su destino final
diana espectante.
Viaja en ella ,la muerte,
latente.
Y, al fin, arriba
con un golpe con sordina,
irradiando su mal
desde la herida joven.
Luego duerme
como un amante.
Cópula de orgasmo
mortal,
eyacula la sangre,
del cuerpo que lo recibió
palpitante,
Ajeno y sorprendido.


                     Jorge





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