domingo, 10 de noviembre de 2013

Crepúsculo Ferroviario


Crepúsculo Ferroviario




 Anochece lentamente.
El día va perdiendo su brillo
de ilusoria conciencia.
Atenta. Ilusoria.

Un perro va trotando corto,
un poco de costado.
Jadea  aburrido,
su lengua colgante.

El silencio parece absoluto.
Impresión sometida al encuentro
con la verdad, de la soledad;
completa y abrumadora.

Casi nadie habita el pueblo.
Quedan solo los ancianos,
los impedidos. Y los locos.
Dueños de unos pocos
negocios adormilados.

Todos jubilados.
dueños de sus casas y comercios.
De su abulia y pereza.
De sus sueños escondidos.

Las calles están
minuciosamente limpias y quietas.

Sobre las vías,
 y en los resquebrajados
andenes de la estación,
crecen hierbas con flores amarillas.
El tren es solo un recuerdo sin dueño.
Un fantasma que flota
en la memoria del pueblo.

Todo toma una coloración
apagada y monocromática.

Se encienden unas pocas luces,
En cada calle solitaria.

                                     Jorge



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