lunes, 14 de enero de 2013

Malabrigo ( épica)


Los peces saltan
moribundos,
en la húmeda arena
de la irreconocible ribera,
sin orillas ni rompientes.
Frente al terraplén
de la aldea de Malabrigo.
El mal se ha marchado
en una loca huida,
hasta el ilusorio lugar,
donde se acaricia 
con el cielo.  

Los primeros en llegar
fueron los niños.
Bulliciosos;sorprendidos.
Recogiendo caracolas y cangrejos,
y peces y corales.
En sus manos,
en sus gorras,
en sus rotosas remeras.

Luego fueron las mujeres,
llamándolos a los gritos.
Llorando y ululando,
corriendo por sus hijos.
Gimiendo por los maridos.
Pescadores que zarparon
esa misma madrugada,
en remendadas chalupas, 
a buscar el sustento.
Raptados.
Con todo y navíos.

las mujeres arrastraron,
con fuertes brazos,
a sus críos.
A refugiarse en sus chozas,
de los altos de la playa
Y orando se encerraron,
a esperar las furias.

Una larga sombra
avanza desde el horizonte,
dejando oír un murmullo
antiguo y grave.
Pronto llegó,
como corceles en estampida.
Alcanzó la playa y se elevó,
como un gigante enardecido.
Su puño golpeó.
Destrozando chozas;.
borrando historias y plegarias.
Hasta calmar su furia
de remolinos y espumas,
dejando un páramo,
olvidado por los vivos:
La agreste playa solitaria,
de paraje Malabrigo.

                              Jorge

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