Seis cuadras
Cuando cruzó la
avenida,
Esa mañana, le
pareció más ancha.
Apuró el paso ante el
semáforo
Que llamaba a no
demorar.
Los autos parecían
amenazar
Con no contener más
su inmovilidad…
Esperaban murmurando,
en ralentí,
Obscenidades mecánicas
Sobre su lento paso.
Llegó a la otra vereda,
agitado.
Con el corazón al
galope.
Retomó su paseo
diario;
Desde su casa, a la
plaza
Más cercana del
barrio.
Llegó, por fin, a su
segura meta:
El banco a la sombra
De la frondosa acacia…
Su banco preferido,
estaba solitario,
Como esperando su
llegada.
Se sentó, acusando su
habitual
Dolor de espalda.
Pero el aire estaba
bueno,
Y las aves cantaban.
Abrió su termo y se
sirvió una taza
De té aromático y
caliente.
Meditó en lo lejana
Que hoy le pareció la
plaza…
Seis cuadras…
Le habían parecido
una larga
Y extenuante
caminata.
Dejó pasar el tiempo,
Y hasta dio una
cabezada.
Despertó con la mente
algo nublada.
Se levantó y
emprendió el regreso.
Llegó a la avenida
con paso lento.
Se dijo que sus
piernas
Ya no eran las de
antes,
Que debía tomarse más
cuidados
Al andar por las
calles.
Cavilando no escuchó
La perentoria bocina,
Y el chirrido de las
ruedas del camión,
Que nunca llegó a
ver.
Su último acto de
razón
Fue pensar que esta
mañana,
Extrañamente…
Se iba apagando.
Jorge
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