martes, 25 de junio de 2013

La Tormenta Admonitoria



La Tormenta Admonitoria


El cielo, celeste agrisado
Se cubrió de un aún más ominoso
Color pardo,
Cuando los densos, colosos nubarrones,
Presagios pesados y oscuros,
De tormenta y furia elemental,
Casi podían tocarse,
Desde azoteas y balcones.
La base del monstruoso cúmulo
Giraba.
Los oídos se tapaban.
Los caballos exaltados golpeaban
El suelo con sus cascos.
Los perros aullaban
Con el pelo de sus lomos, encrespado.
El tiempo pareció detenerse.
El ruido, las voces, las bocinas,
Cesaron.
Los peatones detuvieron su marcha.
Fue un momento incalculable,
Fuera de toda medida.
El monstruo se iluminó
En explosiones y relámpagos.
El aire olía a tierra y carga eléctrica.
Los cabellos se erizaron.
Las ventanas estallaron.
Soplaron los vientos con furia, ululando.
Los árboles añosos caían,
Los techos volaron.
La muerte golpeó primero
A aquellos más expuestos.
Los masivos derrumbes se cargaron,
Con la vida de aquellos
Protegidos en sus casas,
Que entre crujidos, se iban destrozando,
Y al fin caían cediendo
A la furia desencadenada
De la tormenta de tormentas.
Gritaban los cielos, vociferaban su poder.
Lo demostraban, lo ejecutaban
Lo encendían, clamaban.
Luego azotó el granizo.
En los campos peló las cortezas
De las cepas centenarias.
Desguazó automóviles,
Destrozó cráneos, quebró huesos.

Cuando el poder desatado
Comenzó a calmarse.
Un paisaje de apocalipsis,
Quedó a su paso.
Advertencia. Admonición
De venideros caos,
Del planeta, repeliendo
A las bestias que lo saquearon.
Poderes absolutos…sagrados,
De los elementos universales, desatados.
Los cósmicos dioses verdaderos.
Sin conjuros, sin dogmas, ni rituales.
El balance existencial. Cierto.
Sin necias guerras,
Sin poderes de bolsillo.
Sin Hiroshima vergonzante
Ni diabólicos imperios.
Sin la nimiedad de la destructiva
Violencia humana.
Sin respuesta a vanos ruegos.
Sin ceremonias…
Ni venganzas.


                                  Jorge.

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