jueves, 20 de septiembre de 2012

Amanece



Cuando las tinieblas agonizan
heridas por el alba,
el tiempo se lentifica,
y parece gotear
sobre mares infinitos
sus lágrimas de cristal.
Cuando el fuego diurno
enciende el horizonte,
y tiñe el firmamento
con rubores de anunciación,
los hijos de la noche
callan su canción.
Se cubren de opacos tules
y se ocultan
en ignotos refugios
a esperar las sombras,
a salvo de destellos,
espejismos brillantes,
primitivos miedos claros,
prístinos temores. 

                       Jorge

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