sábado, 29 de septiembre de 2012

El sueño de la princesa



Tu pequeña figura se recorta
en la margen opuesta del río.
El canal separa amores.
La isla parece alejarse,
cerrada al consuelo 
de algún puente ausente.
De una isleña canoa
que me lleve hasta ti.
El agua sube fuerte,
entre remolinos y correderas.
Tu grito de miedo,
apagado por el rumor
del agua brava,
no llega hasta mi.
Y subes al alero,
mi isleña amada,
que conoces
la locura desatada 
que el río trae.
Furioso, hostil, imparable;
sordo a ruegos y oraciones.
Digo tu nombre en un murmullo
cuando trepas al tejado,
que ampara solo
la agónica esperanza.
El cauce brama.
Sacude su marrón melena,
y finalmente
cubre el techo y tu figura.
Tu querida figura,
tu dulce figura,
es tragada por las fauces
del señor de las barrancas.
El dueño de los costeros destinos
toma tu cuerpo,
como tributo y sacrificio.
Te pierdes devorada
por las turbias aguas de la riada.

Amanecerá mañana
en el lejano estero,
y te encontrará un viejo canoero
trenzada entre irupés y camalotes,
teñidos de azul tus labios prietos.
Blanca princesa dormida
que nadie despertará con un beso.
La musa amada de la isla,
que me robó el río
para hacerla compañera
de su viaje eterno.
Porque el río es de ir.
No es de hacer nido,
ni quedarse.

                              Jorge

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