Perdido en la Calle
El cuerpo está oculto
de las miradas
filosas.
Apartado y quieto,
por no molestar.
Cartones y diarios,
trapos, y un perro dormido,
cubren del frío,
que insiste en el viento,
que se cuela en las escaleras
de la vieja estación.
El hombre dormita su abandono
abrigado entre andrajos.
Acompañado por la inocente virtud
de su flaco amigo animal.
Cuando despierte, si puede…
si pasa con vida la noche invernal.
Si el calor no abandona
su piel ni su sangre,
será otra mañana, helada, lluviosa,
para él, que perdió
su historia en la
calle.
En el laberinto vertiginoso
del ya no volver.
Pues no queda nada tras él.
Llorar el vino de limosnas,
y el pan del perdón,
por el que ruegan
quienes arriman su moneda,
el zahir, por la deuda.
Con esquiva mirada.
Soñar despierto…
Jugar a ser invisible.
A desaparecer en un instante,
De las calles angostas
que suben del puerto.
Único acto de magia improbable.
Jorge
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