domingo, 29 de diciembre de 2013

El Hombre Quieto




 El Hombre quieto

                                                            ( Tango. A Silvia Copello
                                                                  Artista- amiga)


La verdad de esa sala
no es la soledad.
Pobre sensación aparente
del hombre quieto.
Está rodeado, en realidad,
por los  fantasmas amigos,
del ya jubilado gavión,
convocados por su pulso
entrecortado.

El hombre quieto
mira el vaivén
del ruinosos ventilador,
que murmura artísticos quejidos
ardiendo al calor
de impiadosas chapas al sol.
Las aspas revuelven apenas
el espeso aire húmedo
del “Verano Porteño”.

Sueños en MP3 de una milonga
que dice  suburbanos abandonos,
y recuerdos ásperos
que ensayan sin parar.
En los pequeños auriculares
suenan fuelles
que hablan en su idioma.
Que respiran aires de arrabal.
Suenan amores pasados
y tangos para bailar.

Se adormece, el hombre quieto,
transpirando sudores acres y fríos.
El pasado le devora
de a mordiscos la conciencia.
El se ve vestido
con su traje negro, de alpaca
y peinado estirado a la gomina.

Aprieta a su pareja.
Piernas entre las piernas,
hasta sentir su pubis
contra su propia pasión erecta.
Y soñando deja la vida,
Entre volutas de humos de salón,
de un pasado,
en el que hace tiempo,
el hombre quieto se perdió.

                               Jorge



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