martes, 10 de diciembre de 2013

La Mujer de la Niebla



La Mujer de la Niebla


                                  A Uriel



“Anse tenía una palabra. Amor, la llamaba,
Pero había tantas palabras…
Podía ver la palabra transformada en un recipiente
Y llenarse”

                                                William Faulkner
                                             (“Mientras Agonizo”)


Conocí cuando pequeño
la leyenda de una mujer
rodeada por la niebla.
Por donde ella andaba,
silenciosa, callada,
una húmeda nube blanquecina
la envolvía … la seguía.

Como toda leyenda
muchas eran sus variantes.
Que era una anciana,
que  una bella joven…
Una maga.
El fantasma doliente
de una meretriz asesinada…
Que la niebla se despejaba
cuando ella se enamoraba
de algún muchacho ocasional.

Sin embargo, una jornada fría
de finales de otoño
vi llegar un banco de niebla.
Era ella…lo presentía.
Se acercó a mi lado.
Extendió una mano fuera
de su vaporosa capa,
y me ofreció un pequeño
brote de higuera,
con las raíces envueltas
en un femenino pañuelo.

Siguió su camino, sin rumbo.
Sin destino siquiera.
Un deambular por el surrealista mundo
de las oníricas, imposibles realidades.
Yo era un niño entonces.
Más niño que ese día, ya no sería.
 Planté el  pequeño brote,
que solo dos hojas tenía.
Cada tanto, en el viejo bar
alguien contaba la historia
de una mujer maldita
condenada a la niebla.

Con el pasar el tiempo
 le di alcance a la verdad,
clara , indudable, bella.
 Fue el día que, con mi nieto
comimos los dulces frutos
sentados a la sombra
de mi querida higuera.


                             Jorge

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