Toque de queda
En las calles descastadas
restos de la batalla,
pintan lutosos bosquejos
de fuego y muerte
en el macadán austero.
La tormenta remitió su furia
por tiempo desconocido,
y las veredas están desiertas.
Las escallas de las vidrieras,
esparcidas, brillan por el piso,
como diamantes apocalípticos.
Las maderas clavadas
tapian puertas y ventanas.
En las esquinas,
los semáforos siguen
con su monótona rutina,
sin enterarse de frías ausencias.
El temor se esconde
tras los cerrados postigos.
Impulsada por ferocidades
confusas y desalmadas…
morosamente, la sangre
va llegando al río.
Jorge
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