sábado, 17 de agosto de 2013

Lectura Nocturna






Lectura Nocturna

                                             A Hugo Bab Quintela

Fue la noche en la que tomé
de la biblioteca
el viejo libro amado;
Comencé a leer y me sumergí
en la pasión de la palabra.
La magia del verbo me sustrajo
del resto de toda otra realidad.
Me llevó sustancialmente
al tiempo fantasmal
creado por el admirado autor…
cuando noté, alelado,
el milagroso prodigio.
Las letras impresas
hacía ya tantos años,
pausadamente se iban borrando,
al tiempo que las leía,
como si fueran absorbidas
por mis ojos apasionados.
La sorpresa no me sustrajo
de mi afán de lector.
Leí concentrado y absorto,
y dejé de atender a la locura
del papel, que se blanqueaba.
Tan solo espiaba el fenómeno
de vez en vez.
Una noche recorriendo la palabra.
Una noche apasionada.
Amanecía, cuando cerré el viejo libro,
 perezosamente dejé mi silla
y lo tomé para guardarlo.
Pensaba en la alucinación afiebrada
de mi lectura desvelada.
En la pérdida de las palabras
bellamente usadas
Para componer la obra
Que tanto admiraba…
Un latido discordante, un vahído.
Un relámpago explosivo,
me llevó a abrirlo, otra vez,
antes de devolverlo a su lugar,
en el vencido estante.
El libro estaba en blanco…
Ni siquiera el título, de doradas letras,
se leía en el lomo, ni en la portada.
Apretado por la verdad,
 esa dulce cuchillada,
dejé ese cuaderno
sobre mi escritorio de pino crudo.
Ya comenzaría a escribir,
pensé mientras desayunaba.
Había un par de ideas buenas,
y tenía el alma en llamas.

                                 Jorge


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