Olfativos recuerdos.
Atesorados en extraño desorden
inexplicable, aleatorio...
En anaqueles resguardados
por encriptados códigos, íntimamente herméticos.
Poderosos,inefables.
Que barrunto inviolables, imborrables.
Aun por el deterioro de la más estricta senectud,
y sus neblinas taciturnas.
Aromas entrañables de niñez.
Olor de pasto cortado...
de sandías caladas, de chocolate y maní.
Aroma a manzanillas, y a río salobre y salvaje.
Tabaco negro...humo fragante y seco,
y mi abuelo fumando, sentado en su silla
de mimbre gastado...
La admirada loción de afeitar de mi padre.
Un dejo omnipresente, de querosén
llenando la casa, emanado por el anafe de bronce
y la antigua estufa.
Acres aromas de amores carnales...Sudores.
Hormonas que gritan y exhalan
picantes efluvios.
Vahos que me llenan de vaporosos fantasmas,
que flotan , me rodean, y llenan mi alma.
Imperecederos.
Retornando, cada vez que respiro.
Aires nuevos, desde remotos días pasados.
Jorge
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